
Me rompo los brazos para no abrazarte,
pero olvide quitarme los ojos para no llorarte.
Mi voz se volvió lamento, el aullido del lobo llamaba a la luna.
Ella se resistía, no encendía la luz, sin embargo mis pies me llevaban a la oscuridad de tu silencio, en la mazmorra el castigo de la indiferencia, heria mas que un látigo humedecido.
Desperté!, me observe, te busque en mi cama, ahí estabas! y me di cuenta que sin ti Mi Señor, el dolor no tiene significado, las marcas no tendrían recuerdos y los caracoles no olearían mas al mar.
Mi señor, el de mis sueños.